CONSULTA PARA BEBÉS, NIÑOS Y JÓVENES

LA SALUD DE NUESTROS HIJOS, NUESTRO MAYOR TESORO

La salud de nuestros hijos es, sin duda, nuestro mayor tesoro y motivo de felicidad. Nada más lindo que verles sanitos y fuertes gozando su vitalidad innata, creciendo y desarrollándose en sus actividades y juegos diarios. Nada más bello que contemplar y sentir su animación, dulzura, ternura, sus ocurrencias y gracias. Nuestra seguridad y dicha son inmensas cuando sabemos que nuestros hijos están bien.

Solo un golpe o sufrimiento leve de nuestros pequeños ya nos lastima; una afección ligera y su decaimiento nos molesta y aflige bastante. Y cuando nos toca verles sufrir mucho, sentimos que nada nos duele, preocupa y atemoriza más que la enfermedad grave de nuestros hijos. Ningún sufrimiento o lamentación personal se compara con sus afecciones graves; en esos ratos somos capaces de cualquier cosa y todo esfuerzo para que se recuperen.

El amor de padres es realmente infinito, no se compara con otro sentimiento. Nos impulsa a proteger a nuestros hijos, cuidarles en todo sentido, querer siempre lo mejor para ellos sin medir carencias o sacrificios propios. Todos los padres quisiéramos que nuestros hijos vivan sanos y que nunca se enfermen de gravedad pues el sufrimiento allí es tormentoso. ¿Es posible mantenerles siempre saludables? Hemos afirmado que la enfermedad hace parte de la naturaleza humana, que nadie tiene salud perfecta, pero también dijimos que no tenemos que padecer enfermedades graves ni crónicas. Solo ciertas molestias y enfermedades leves y pasajeras son inevitables esporádicamente en nuestros hijos y en nosotros.

Podemos prevenir todas las enfermedades graves y crónicas de nuestros niños, y las nuestras, si sentimos y comprendemos que su origen profundo está en los modos de vida equivocados que ejercemos a diario en el hogar. Incluso, es posible evitarles hasta la gran mayoría de sus padecimientos leves como indigestión, diarrea, congestión respiratoria, tos, fiebre, dolor de cabeza, inflamaciones, infecciones intestinales o pulmonares, etc., si tenemos la debida atención cotidiana en su cuidado orgánico. Evitar que nuestros hijos sufran y conservarlos casi siempre sanitos, animados, vitales, es una maravillosa realidad.

Cuando ya se han instalado molestias o enfermedades en nuestros menores del hogar, debemos reflexionar y corregir las conductas perjudiciales que las están provocando; esto depende de nosotros. No tenemos que asumir la información médica superficial de que sus problemas son de origen externo, viral, bacteriano, hereditario, congénito, ambiental, climático, autoinmunitario, alérgico, desconocido, emocional, psicosomático, etc. Si solo seguimos estas creencias equivocadas y los tratamientos médicos, las afecciones de nuestros hijos tendrán apenas alivios superficiales, agravamiento posterior y dependencia eterna.

Vivir saludables y conservar a nuestros niños sanos y fuertes es una posibilidad vinculada a nuestro grado de conciencia, sensibilidad y costumbres de cuidado personal. Padres comprometidos en el aprendizaje de su propio cuidado, alcanzan habilidades en el mantenimiento de su vitalidad y de allí parte el ejemplo, la enseñanza y la realización de la vida saludable de sus hijos. El modo de vida de los padres se proyecta siempre en los hijos.

Mientras los hijos son menores de edad nosotros somos la fuente principal de sus virtudes y desgracias, alegrías y tristezas, educación y carencias, salud y enfermedad. Los adultos transmitimos en todo sentido nuestra calidad de vida en el hogar. Y es obvio que solo podemos dar a nuestros hijos adorados aquello que poseemos en el interior.

EL ORIGEN DE LAS ENFERMEDADES DE NUESTROS HIJOS

Todas las enfermedades de los hijos menores de edad son responsabilidad de los padres. Con o sin conciencia de esta realidad los padres provocamos todos los padecimientos de nuestros hijos. Su salud es solo una derivación de la nuestra, y lo mismo se cumple con la enfermedad. Si un menor está enfermo, entonces sus padres, aunque no lo sepan, están mucho más enfermos que él, pues los hijos solo reflejan lo que proviene de nosotros. No se puede curar a los niños sin comprender que los padres causamos sus enfermedades.

Cuando los bebés nacen son completamente dependientes de sus padres. Esta dependencia disminuye gradualmente mientras crecen, y aumenta poco a poco su independencia y dirección propia. En general, y al menos hasta que son mayores de edad, nuestros hijos cumplen esta relación principal de dependencia de nosotros en todo aspecto. Luego se convierten en adultos y adoptan más sus propias conductas y principios.

Los bebés no nacen con buenas o malas costumbres de cuidado propio; están sujetos a nuestra conciencia para generar su salud o enfermedad. En sus primeros años los padres les damos ejemplo, les enseñamos, dirigimos y permitimos todas sus conductas benéficas o perjudiciales. Si en esta época viven sanos o se enferman es nuestra responsabilidad.

Al llegar a ser escolares y colegiales, es verdad que los niños empiezan a tomar varias decisiones sobre sus hábitos en casa y en la escuela, además reciben influencia del medio social. Pero aún así los padres seguimos siendo responsables y la fuente principal de sus virtudes y males. Si desde años atrás e igualmente en esta etapa reciben poco ejemplo, diálogo y acercamiento educativo de los padres, los hijos llegan a enfermedades y problemas que pueden ser terribles. La falta de referencia paterna es la causa básica de los padecimientos de adolescentes, que se incrementan cuando pasan a seguir modelos sociales consumistas, equivocados, degenerativos.

En síntesis, la salud o enfermedad de los hijos hasta que son mayores de edad es consecuencia de lo que reciben y aprenden principalmente de sus padres o de quienes ejercen esta función. Los padres somos la raíz principal de la calidad de vida de los hijos, podemos amarlos infinitamente, pero si no tenemos sensibilidad y conciencia suficientes en su cuidadoorgánico, sin querer les provocamos y permitimos infinidad de sufrimientos. Esto es al extremo lamentable e injusto pues ellos no merecen sus padecimientos, son solo víctimas de realidades familiares que no han solicitado y que no son protagonistas.

Los adultos debemos aprender a cuidar nuestro cuerpo y nuestra vida, sagrados; tenemos el deber de aprender a cuidar a nuestros hijos adorados y todo alrededor. Los hijos, por el contrario, tienen derecho a vivir saludables y a ser atendidos apropiadamente en sus afecciones. Este derecho innato les ha entregado la Vida misma, la cultura, y Dios.

A todos los seres vivos que no tienen libre albedrío, la Naturaleza y Dios les han concedido el regalo supremo de la vitalidad innata, instintiva, natural. Por tanto, nuestros hijos menores no deben sufrir nuestra falta de conciencia, ellos tienen derecho a vivir sanos y fuertes. Solo los seres humanos adultos, por haber accedido al libre albedrío vivimos la ley: “Lo que sembréis, cosecharéis”. El regalo natural y divino de la salud tenemos que agradecer, respetar, cultivar en nosotros y en especial en nuestros hijos.

LA GRAVE EQUIVOCACIÓN E INCONSCIENCIA DE LOS PADRES EN EL CUIDADO DE LA SALUD DE LOS HIJOS

Quiero referirme a un aspecto muy crítico y mayoritario de la vida moderna. Por lo regular los padres cuidan muy poco el día a día saludable de sus hijos, y en cuanto a sus enfermedades, las atienden solo con dinero, asistencia médica y pedidos religiosos. Creen en comprar o rogar por salud cuando falta. Las decepciones y sufrimientos se multiplican con esta respuesta solo económica, médica y religiosa frente a las dolencias.

A menudo los padres están mucho más enfermos que los hijos por inconsciencia sobre su cuidado personal, y así en lugar de generarles y educarles salud solo les transmiten sus malas y pésimas costumbres, es decir, su propia enfermedad. A pesar de su edad, estos padres no pueden guiarse ni guiar a nadie hacia una vida saludable.

En la alimentación, por ejemplo, es común que los padres no enseñen a sus hijos a comer tranquilos, masticar la comida, no llenarse demasiado. ¿Cómo podrían educarles esto si ellos comen a diario muy rápido y llenos de excesos? Cuántos padres no cuidan la proporción entre comida que brinda salud, y golosinas que hacen daño. Insensiblemente y por “cariños” falsos ofrecen golosinas a cada rato a sus niños, o en momentos en que están delicados, y luego corren a buscar quién cure los malestares y afecciones que ellos les provocaron.

Muchos padres creen que su labor en cuanto a la salud es tener dinero, pero luego de años en que sus hijos se enferman con frecuencia o hasta sufren problemas crónicos, comprueban que no pueden comprar salud. Entonces se resignan a dependencias médicas constantes por enfermedades repetidas, “incurables”, cuya supuesta causa no es el modo de vida que ellos brindan en casa. Incluso llegan a creer que la enfermedad de sus niños proviene de la Vida misma o de Dios. No asumen que en realidad ellos provocan sus sufrimientos.

No hace falta perfección para alimentar a los hijos. Solo tenemos que alimentarles de manera balanceada, y mostrarles que coman con tranquilidad y buena masticación. No es necesario prohibirles las golosinas sino solo observar el momento de su consumo, su cantidad y frecuencia. Ante mi llamada de atención padres alegan que la influencia social es pésima y penetrante. Tienen razón, pero nosotros permitimos su ingreso sin medida en el hogar por medio de la TV y otras formas, por falta de ejemplo, diálogo y convivencia vitales.

Hay muchos casos en los que la inconsciencia y desenfreno de los padres, su negligencia propia y con su familia, sus malos hábitos de cuidado interior establecen el modo de vida enfermizo en el hogar, y los hijos solo reciben, copian y sufren derivaciones lamentables. Los padres debemos mantener mejores costumbres que los hijos en todo aspecto ya que somos sus educadores, de lo contrario no enseñamos ni damos lo que no tenemos. Ellos requieren de nuestro ejemplo y formación para que aprovechen y se desarrollen en las dificultades y desafíos del crecimiento. Nuestros hijos constituyen una obligación inmensa de autoeducación, autocrítica, auto-superación.

SALUD EN TODAS LAS ETAPAS DEL CRECIMIENTO DE NUESTROS HIJOS

Necesitamos aprender a impulsar la salud y a controlar la enfermedad en el hogar como un asunto primordial. Este aprendizaje es invalorable, de él depende el crecimiento saludable y preventivo de nuestros hijos en todas sus etapas.

El embarazo puede ser una de las épocas más bellas en la vida de la mujer, con meses de gran vitalidad y felicidad, libres de la caterva de malestares y hasta afecciones horribles que ahora padecen las madres. Recordemos que todo lo que sufre la madre durante el embarazo, también sufre su hijo.

El parto puede ser normal y feliz si se lo prepara adecuadamente. La lactancia, el destete y primeros años de nuestros hijos adorados pueden ser sin enfermedades graves. En especial, en la época del destete, no tienen que sufrir inflamaciones digestivas, infecciones intestinales, respiratorias u otras. Podemos evitarles estas afecciones y el consumo de antibióticos y otros remedios que debilitan su organismo.

En edad escolar, incluso antes, los niños empiezan a comer cosas nocivas fuera de casa, pero esto no significa que deban vivir enfermos o enfermarse con frecuencia. Los padres debemos cuidar sus consumos y mandarles a la escuela con comida saludable y deliciosa para su colación, hecha con amor en casa. De este modo, los consumos perjudiciales serán ocasionales y no llegarán a afectarles demasiado.

Los jóvenes educados en un hogar con cuidados y conciencia de la salud, aprenden buenas costumbres y a vivir saludables. En ocasiones, se provocan malestares y afecciones por descuidos y abusos, pero la enseñanza recibida de los padres también les prepara para empezar a curarse de modo independiente.

La educación que damos los padres en el hogar es una de las cosas más bellas e importantes en nuestra vida, y en la de nuestros hijos adorados. Desde sus raíces, los hijos pueden adquirir conductas y principios que impulsen su desarrollo físico, emocional, afectivo, mental, espiritual. Debemos poner todo esfuerzo, alma y conciencia en esta labor trascendental. Así, cuando sean adultos, estarán preparados para aprovechar las gracias, bondades y dificultades que deban vivir.

Cambiar este mundo tan necesitado de salud, amor, libertad, paz, no es propósito para personas extraordinarias sino para todos nosotros. La forma más eficiente y segura de mejorar nuestra sociedad es hacerlo desde el hogar, desde la educación personal y hacia los hijos.

RESULTADOS DE LA CONSULTA DE SALUD PARA MENORES

Con inmensa alegría y satisfacción he visto durante 30 años de atención en salud, a incontables familias que asumen suficientemente las indicaciones impartidas en mi consultorio, y mejoran su alimentación y modo de vida en general. Cuánta felicidad en estas familias pues enseguida encuentran resultados magníficos en la salud de todos sus miembros.

La dicha de padres es indescriptible cuando confirman que se han suspendido los malestares, sufrimientos graves y hasta riesgo de vida de un hijo. He sido testigo en muchas ocasiones de curaciones fabulosas y hasta increíbles luego de padecimientos intensos durante años, incluso habiendo llegado muy cerca de un desenlace fatal.

Esta felicidad de padres es mayor aún pues comprenden que la curación e impulso de la vitalidad familiar que viven no dependieron de nadie, y tampoco necesitaron inversiones económicas. Solo son fruto de su esfuerzo, son su merecimiento.

El cambio de conciencia familiar en estos casos es extraordinario. Los padres ahora saben que la salud del hogar está en sus manos. Además, luego de su experiencia, es inevitable que proyecten su aprendizaje alrededor. En la relación conmigo pasamos a ser amigos apreciados, cercanos.

Este es uno de los aspectos maravillosos de la enfermedad: un camino para la felicidad y maduración personal, familiar y social, un motivo de aprendizaje para disfrutar de una vida saludable, más sensible, afectuosa, económica, consciente.

No puedo referirme a estos casos felices sin resaltar las dificultades y errores que se enfrentan en el camino de la autocuración y aprendizaje de la salud. No es un camino tan simple, requiere nuestra dedicación, búsqueda y estar alertas sobre equivocaciones. Mi propia experiencia personal y familiar tiene abundantes errores que los he sufrido y sufro conmigo y mis hijos. Pero podemos reconocerlos y corregirlos gradualmente, esto es, seguir aprendiendo siempre mientras ya disfrutamos de condiciones más favorables de vida.

Frente a tantos casos felices en menores de edad también he visto con tristeza muchos otros con resultados mínimos o lamentables, por poca dedicación y búsqueda de la salud por parte de los padres.

A veces he tenido que ser crítico con los padres, en especial con la madre, cuando los hijos viven enfermitos. Son niños que prácticamente no tienen mamá ni papá pues ambos salen de casa a las 7 am y regresan a las 7 pm. Así los hijos viven “botados” al “cuidado” de empleadas o familiares que les permiten todo sin ningún criterio: cualquier comida pésima a toda hora, cantidad de golosinas y bebidas azucaradas, ver horas de tv, desordenar sin ordenar, etc.

Es bellísimo cuando a partir de estas condiciones los padres toman conciencia, cambian y empiezan a dedicarse más al cuidado del hogar. La salud de sus hijos y la suya mejora de inmediato y trae un sentimiento profundo de orgullo, de felicidad enorme por haber mejorado la vitalidad familiar de manera independiente.

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